DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS

LECTURA DEL DÍA

Jn 6,37-40

En aquel tiempo dijo Jesús: “Todos los que el Padre me da vienen a mí, y a los que vienen a mí no los echaré fuera. Porque no he venido del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la voluntad de mi Padre, que me ha enviado. Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite el día último. Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día último”.

Explicación:

¡Alabado seas mi Señor por la muerte corporal! La muerte no es un monstruo, sino una hermana; no es el fin de todo, sino la otra cara de la vida; no es la separación definitiva, sino el encuentro con el Señor, con el Dios Padre. Estas enseñanzas de san Francisco se inspiran en el discurso del Pan de Vida que hoy meditamos. Cristo sale a nuestro encuentro, salva nuestra fragilidad y caducidad, nos conduce al Padre, nos lleva de la muerte a Resurrección. Solo hay única condición: ver y creer en el Hijo, que siendo mortal entró el primero y por siempre en la Gloria del Padre.


El punto 1030 del Catecismo de la Iglesia Católica lo explica así:

"Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo".

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